jueves, 19 de marzo de 2009

A cada cual lo suyo

Leonardo Sciascia
(A ciascuno il suo)
Tusquets Editores, 2008
Calificación: 4/5

Una de las claras muestras de encontrarnos ante un maestro, no ya de literatura o de lo que sea, un maestro sin más, es la capacidad de alcanzar con pocos y sencillos elementos, un resultado complejo, profundo.

Conocía a Sciascia de otras obras,
Todo modo y El caso de Aldo Moro. La primera, una de sus novelas más conocidas y valoradas, es una crítica social, descarnada, sin envoltorio que la haga digerible, demasiado evidente y previsible. La segunda es una interesante reconstrucción de unos de los capítulos más traumáticos de la historia reciente italiana, el secuestro y asesinato posterior del líder de la Democracia Cristiana a manos de las Brigadas Rojas.

En esta novela Leonardo Sciascia,
A cada cual, lo suyo, parte de una historia escuchada hasta el hastío (un anómino que amenaza de muerte), planteada linealmente (sólo dos elipsis, al principio y al final, coincidiendo con los crímenes), situada en un lugar y un tiempo aparentemente anodinos (en un pueblo de Sicilia de los años sesenta). Con este esquema tradicional de novela negra y un tono costumbrista, en el que tan cómodos se encuentran los autores sicilianos, Sciascia realiza la más lúcida y feroz crítica social que yo recuerde, deslumbrante por su brillantez, heladora por sus conclusiones.

Este terreno especialmente pantanoso, el de la crítica social, tan dado a intelectualismos vacuos, moralismos cargantes y pretensiones estéticas a años luz de los resultados, está plenamente logrado en
A cada cual, lo suyo, por un camino, sin embargo, insólito para ello, una novela criminal de pueblo, siciliano para más señas. Si la crítica social pretende levantar al lector de su asiento y movilizar las conciencias, el efecto de A cada cual, lo suyo es contraproducente, su análisis es tan certero y sus conclusiones tan demoledoras, que cualquier tentación de rebeldía queda automáticamente frustrada y machacada. A este respecto merece destacar el capítulo final, genial desenlace, terrible frase final con la que se cierra el libro.

El contrapunto lo da este humor siciliano tan característico, irónico, descreído, soterrado, hecho de sobreentendidos y complicidades culturales, que se reconoce también en Andrea Camilleri. Un humor que se recrea en la descripción de ambientes y personajes, calificable como costumbrista sin connotaciones peyorativas, que deja vislumbrar una profunda identificación de Sciascia con lo siciliano sin renunciar a la denuncia de los males endémicos sicilianos. Sciascia decía que odiaba Sicilia en la misma medida en que la amaba.

Como toda obra maestra que se precie de serlo, llamémosla ya así para acabar de decirlo de una vez, funciona en varios registros posibles, como novela negra, como novela costumbrista y como novela social, por supuesto. Lectura imprescindible. Ya empiezo a disfrutar por adelantado
El día de la lechuza.

LO MEJOR: Lo definiría como el
efecto tortilla española, es decir, cómo es posible que con tres ingredientes básicos, cual son patata, huevo y aceite, se pueda elaborar un plato con tantos matices y sabor tan penetrante.

LO PEOR: Tendré que leerlo nuevamente para encontrar algún inconveniente.

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

No puedo estar más de acuerdo con lo que dices. Cada línea de este libro tiene una cuidada intención, y la intriga criminal es una excusa para dejar ver otras muchas cosas.
Yo no había leído nada de él, pero creo que después del buen rato que me ha hecho pasar, se va a convertir en un habitual.
¿No te recordó a veces a Crónica de una Muerte Anunciada? Quizá no tenga nada que ver, pero no sé por qué, no hacía más que pensar en ello. Quizá sea porque como dices, en los buenos libros (y ambos lo son), no es necesario escribir demasiado para contar lo que uno quiere contar.

Javier Cercas Rueda dijo...

A estas alturas nadie puede sostener que la mafia no existe. Pero cuando Sciascia publicó en 1962 este libro valiente la cosa no era así. Los diálogos son buenísimos, las elipsis inteligentes y todo está contado con intensidad y pulcritud. ¿La justicia es un espejismo?