domingo, 8 de febrero de 2009

El engaño de Selb

Bernhard Schlink
(Selb Betrug)
Editorial Anagrama, 2004.
Calificación: 3/5

Descubro con interés que este Schlink es el mismo autor del bestseller internacional El lector, traducido a multitud de idiomas y adaptado al cine en una recientemente estrenada película del mismo nombre, protagonizada por Kate Winsley y bien acogida por la crítica. No es habitual que los autores de novela negra/criminal triunfen fuera del género (que se lo digan a Henning Mankel), sí es más frecuente que novelistas extramuros se vean tentados por el lado oscuro (el último, Ramiro Pinilla con Sólo un muerto más).

El engaño de Selb es la segunda novela de la trilogía dedicada al detective Gerhard Selb, que comienza con La justicia de Selb y termina con El fin de Selb. El protagonista es detective privado en la ciudad alemana de Mannheim, en el estado federado de Baden-Wurterberg, en el sudoeste de Alemania. Selb ronda los setenta años pero sigue en forma, tiene una novia, Brigitte, mucho menor que él, y se resiste a abandonar la independencia que comparte con su gato Turbo. En su juventud fue fiscal nazi, ocupación que abandonó asquedado consigo mismo a pesar de haber tenido la posibilidad de rehabilitarse, como tantos otros hicieron en cuanto pudieron.

En esta ocasión Selb es contratado por un padre rico para que encuentre de forma discreta a su hija desaparecida. Selb busca a la chica y en sus pesquisas se ve envuelto en la investigación de un atentado contra un supuesto depósito de gases venenosos de una base americana, atentado realizado por herederos de la extinta banda terrorista de los Baader Meinhof, que en los años setenta tuvo en un puño a la sociedad alemana occidental. Selb tiene también que sortear las maniobras oficiales para encubrir la existencia de ese depósito ilegal, inconfesable por el peligro que supondría para la población civil, lo que le lleva a enfrentarse a la BKD, la Oficina Federal de Investigación Criminal.

Selb siempre toma partido, quizá movido por el arrepentimiento de su pasado, quizá porque al acercarse al final de su vida no tiene nada que perder, lo cierto es que no es testigo pasivo de la acción, participa activamente, cambia el rumbo de los acontecimientos y asume las consecuencias que habitualmente tienen sus decisiones. Pocos protagonistas asumen este papel heterodoxo de forma tan acusada. Un acierto, en mi opinión, una nota distintiva sin tener que recurrir a excéntricas aficiones a las que nos tienen acostumbrados tantos protagonistas.

La novela criminal te permite trasladarte a un país distinto, visitar ciudades, conducir por autopistas, recorrer calles y plazas, tomar atajos, introducirte en edificios, frecuentar bares y restaurantes, tratar con personajes de otra cultura, como si de un viaje virtual se tratara, con la ventaja de hacerlo con la familiaridad y espontaneidad del autor nativo. Esto le otorga un valor añadido que uno no disfrutaría aunque hiciera efectivamente ese viaje por su propia cuenta. Leer una novela criminal de otro país es tener un amigo en cada ciudad, que filtra y matiza para ti las recomendaciones oficiales de una guía de viajes. Edimburgo no sería lo mismo si no lo viéramos a través de los ojos de Rebus, o Atenas en la piel de Jaritos, o Sicilia en la de Montalbano.

En el caso de Selb, la acción de sitúa en la Alemania profunda de los años noventa, de ciudades industriales, de tranquilidad provinciana y alto nivel de vida, territorio próximo en la distancia pero absolutamente desconocido. Al contrario de Gran Bretaña, Francia o Italia, de las que tenemos un conocimiento bastante aproximado, creo que Alemania sigue siendo para nosotros un vecino ausente, apenas sabemos de ella a través de unos cuentos tópicos locales (de los que nos quejamos amargamente cuando nos toca a nosotros), el nazismo, el muro de Berlín, la locomotora económica de Europa, cerveza y salchichas de la Octoberfest de Munich, y... poco más.

La trama de la novela funciona con precisión, aunque se va enrevesando paulatinamente y da sucesivos giros, se sigue sin problemas y lo que es más importante, con interés, toca temas de actualidad, terrorismo, ecologismo, tiene personajes verosímiles, bien definidos, pero... no enganchan ni los personajes ni el protagonista ni el mundo que propone, una maquinaria perfecta pero absolutamente fría, distante, sin alma, ¿será que he caído en la trampa de los tópicos? ¿O es simplemente que El engaño de Selb cumple al mostrarnos un mundo pudiente, sofisticado, cotidiano, soso?

LO MEJOR: Selb toma partido, de forma activa y contundente, en favor de qué es lo de menos. La trama es el punto fuerte de la obra, todos los mecanismos encajan a su debido tiempo.

LO PEOR: Habrá que viajar a Mannheim para comprobar si todo es tan plano como parece, o ello se debe a la visión del autor.